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domingo, 16 de octubre de 2011

Y en cero coma cero, sin parachoques


     La ruta de quads ese día fue bastante larga. El polvo de los caminos, la quemazón de ir horas y horas sentado en un sillón que con el paso de los minutos transformaba sus posaderas en carne apaleada, el cansancio propio de controlar una bestia como la que tenía entre las piernas (y para nada se menciona otra herramienta que no sea motorizada y que necesite gasolina y ruedas para moverse), y los restos etílicos (nada bochornosos) que las bebidas espirituales tomadas en la gran comida quadrera, habían conseguido que ese día decidiera irse pronto a casa en lo que se conocía como “estar en plan Sr. X”.
Vasico de cola cao, pijama y aguantar en el sofá hasta que las noticias dieran los deportes. Y eso, si lograba mantener los párpados abiertos.
     Esto del quads, la verdad, lo había dejado molido. Era de las primeras veces que saldría con su recién adquirida bestia mecánica, un bicho de color blanco y ribetes azulados del que se sentía verdaderamente orgulloso. Una bestia que pocos conocían aún.
     Sin embargo, antes de poder llegar a su hogar y enfrascarse de lleno en la preparación de su “plan Sr. X” tenía que conducir su bicharraco hasta el garaje, en otra parte de la ciudad, algo alejado de su propia casa.   De camino, a mitad de su trayecto, vio delante de él el coche de un colega en el que iban M y JR, su hermano, al volante. Claro está, les hizo las luces para que aparcasen su coche un poco más adelante: quería mostrarles la joya de papá.
     - ¡Mirad el quad! –les dijo una vez que paró al lado de ellos, sin fuerzas para nada, pero con energía suficiente para darse un breve vacileo.
     -¡Ey, señor X! Menudo bicho te has pillado, ¿no? – Le dijo M cuando bajó del coche a verlo.
     Su hermano prefirió no bajar del coche, pues había medio aparcado en la entrada a un parking público y se quedó mirando desde la ventanilla.
     -Ya ves, macho. Voy a guardarlo ya, que estoy roto.
     -¿No sales esta noche?
     -Que va, que va. Esta noche, pajilla y ¡a la camaaaaaa!
     -Señor X, quién te ha visto y quien te ve. Un sábado, y te vas a casa – le dijo el hermano de M desde dentro del coche.
     -Ya, tío. Pero ya llevo lo mío en el cuerpo hoy – y se echó a reír -. Bueno, ¡esassss putassss! Me voy a ver si guardo el quads.
     -Lleva cuidaico – le dijo M dándole una palmetada.
     En ese momento, Sr. X mete la marcha atrás, aprieta el morro, calienta pistones y tira hacia atrás. La rueda del quads enganchó el paragolpes del coche del hermano de M, desde la aleta, y lo arranco de cuajo, partiéndolo por la mitad. El hermano de M estaba allí en el coche, mirando sin ver, sin palabras en la boca. Su coche destrozado (en parte).
     -No. No puede ser. Esto no – pensaba JR -. La tarde iba bien, la noche empezaba mejor. Nos encontramos con el Sr. X, y en menos de un minuto, el cabrón este me ha jodido el coche. ¡Y se iba a dormir!
     -¡Mira que siempre la lías! – le decía M – ¡Con la de coches que hay en la calle y destrozas el de  mi hermano en cero coma cero!
     Con la cabeza medio agachada, oculto tras la visera del casco, la mirada del sr. X era todo un poema: serio, sin saber qué decir, hasta que soltó.
     -¡Lo siento, tíos, no domino aún… la marcha atrás! – Y comenzó a reír -. ¡Esassss putasssss!

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