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miércoles, 10 de agosto de 2011

De la Cábila a Alicante, y de Alicante a... Sax


2007
Un viernes de agosto.


               
                En el ambiente sonaba el Flying free de Pont Aeri. La peña, desbocada, saltaba y movía las piernas como poseídos por un antiguo ritual en la que el fuego era adorado como ente supremo. Era el momento adecuado para una exaltación de la amistad especial: con ella buscaba compañero de festival. Sin pensarlo, el Sr. X agarró su móvil y llamó a 11888: necesitaba saber el número de curro de su colega Pé.

                Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, las últimas personas apuraban el culo de sus copas e iban desapareciendo del pub. Pé, que llevaba toda la tarde sin parar,  terminaba de recoger algunas de las mesas y de limpiar la barra del Venecia al tiempo que el gusanillo le iba entrando en los pies. Serían cerca de las tres o cuatro de la madrugada, cuando su jefe, descojonado, le voceó: "¡Pé, tienes una llamada!" ¿Una llamada? ¿A estas horas y en el curro?
                - Sí, y dice algo de un "esas chicas, esas chicas"
                - Es para mí, sin duda.
               Y escuchó un "¡Esas putassss!" y un jaleo de fondo cuando éste cogió la llamada, suficiente para saber que la noche prometía algo.
                - ¡Acho, marica! ¡Esas chicassss! ¡Vente para la Cábila! - Le dijo Sr. X.
                - En un rato te veo. Termino aquí y paso por ti.
                Pé llegó a la Cábila, un antro regentado por una comparsa de fiestas de la ciudad, donde los veranos se suelen celebrar eventos festivo degradantes, como la Fiesta de la Espuma, la Fiesta MQR o la presentación del libro dedicado a los Regadíos de la huerta a primera hora del 4 de septiembre. En esta ocasión, era algún festival de verano donde Dj Residente ponía temazos Remember y las viejas glorias, ahora entradas en quilos y con menos pelo en su cogote, movían sus cuerpos mientras se evadían de la realidad con canciones como el Amigos forever, Hymn de Caballero o el Flying free de Pont Aeri. Cremita linda. Ni la tía más buena del mundo habría sacado de su éxtasis a estos dinosaurios que ya bailaban en la mítica ruta del Bakalao, sección Biar, específicamente en el núcleo Bakoa-Dafnis.
                Cuando Pé llegó a la Cábila, Sr. X le esperaba con el espíritu de Mazinger Z en las venas. Se tomaron allí unas copichuelas, al tiempo que contoneaban sus cuerpos cerca de las gacelas nocturnas que pululaban ese local. Contoneos inocentes, claro está. Y la noche iba pasando, solo había que planear hacia dónde lanzar los "puños fuera".
                - ¿Qué hacemos, man? ¿Vamos a algún otro lado? - Preguntó Sr. X.
                - Coño, bajemos a tu piso a Alicante. Vamos a pasar el finde allí y ya se nos ocurrirá algo.
                - ¡Hecho!
                Montaron en el coche del Sr. X, una leyenda de la noche. De camino hacia la costa (lo que venía siendo ya el amanecer del sábado), sacaron el móvil y realizaron una llamada. Otro amiguete (que aquí se llamará Dú, compañero de piso de estudios de Pé) estaba plácidamente sobado, acurrucado en el regazo de Morfeo, ajeno a lo que se le venía encima cuando sonó su móvil y lo sacó de su segundo sueño. No pudiendo decir que no a la proposición de esta pareja.
                - Dú, tío, pasamos a por ti. Nos vamos a desayunar a la Universidad de Alicante.
Llegaron al Club Social de la universidad. Ya en la barra, pidieron algo y cuando le trajeron la cuenta, Pé se quedó mirándola, extrañado.
                - Cabrón, ¿te has pedido dos cañas? - Le dijo a Sr. X.
                - Claro, tío.
                - ¿Una caña y otra caña grande? - Literalmente, era eso lo que ponía en el ticket "1 x caña = tantos euros; 1 x caña grande = tantos euros"
                - Claro, man.
                - Pero, gilipollas, haberte pedido dos cañas grandes, ya que estás.
                - A ver, Pé, estás tonto. Una caña de chocolate y una cañita de cerveza. Que no te enteras.
                - Joder, man, claro, si vamos  sin dormir. Yo que sé: te pides dos cañas, gilipollas. Pone: una caña y una caña grande, pues ambas de cerveza y digo "este está subnormal, para que se pide una caña pequeña".
                Se sentaron en una mesa cercana, y había una chica allí, tomándose su café con leche y su tostadica.
                - Mira, esa chati tiene examen de Derecho de gestión o Gestión tributaria, alguna pollada así - dijo Pé.
                - Ya verás - soltó Sr. X, mientras cogía asiento al lado de ésta.
                - Después de su "caña grande, caña pequeña", ahora va y se sienta con ella - decía Dú.
                Mientras tanto, en aquel lado de la mesa.
                - Qué, chica, tenemos examen ahora, ¿no?
                Y dijo aquella:
                - Ah, sí, ¿tú también tienes ahora el examen?
                - Sí, hombre, claro - contestó Sr. X, todo serio él.
                - Sí, ¿verdad? Con una caña de chocolate y una cerveza, mucho examen vas a tener tú.
                - Mujer, cada uno se pide lo que quiere, ¿no?
                Total. Terminan de almorzar  y se van del bar, paseando en esa mañana tórrida en la que se había levantado una ligera brisa que les mecía las cabelleras al estilo "gavilanes". no habían andado mucho cuando vieron salir de una facultad a una chavala, seguramente, cansada después de un par de horas de examen.
                - ¡Ey, guapa! - La saludo Sr. X, acercándose a ella - ¿De examen? ¿Qué tal ha ido?
                Aquella, temiendo un asalto nada agradable por parte de uno que la mirada con ojos de no haber dormido en varios días, respondió cautelosamente:
                - Eh, bien.
                - ¿Te vienes a cenar con nosotros o qué?
                Su cara de póker no transmitió a Sr. X la negativa ante aquella proposición. unos metros más atrás, Dú y Pé observaban el ataque de rapaz hambrienta con suma atención. Pé, de pie con los brazos en jarras, con el viento golpeándole el rostro y las gafas de sol ocultándole las bolsas de sueño bajo los ojos.
                - ¡Venga! ¡Si tenemos ahí a David Hasselhof! - Le dijo a ésta, señalando a Pé.
                Dejan a esta chica, cuyas neuronas habían colapsado y le dejaron sin responder a las risas que siguieron tras esta salida al más puro ingenio quijotesco. se alejan de allí y, en uno de los paneles de información que se encuentran repartidos a lo largo de todo el recinto, donde decenas de papeles cuelgan con números de teléfonos, ven un cartel de una chica que buscaba piso.
                -¿Estáis pensando lo mismo que yo? - Preguntó Pé.
                Y el Sr. X, sin responder, ya estaba marcando las cifras en su teléfono móvil. Uno, dos, tres tonos...
                - ¡Sí? - Contestó una voz femenina.
                - ¡Eh, chica, que tenemos un piso para tí! - Le dijo Sr. X.
                Quedaron con ella en el monumento al dedo-bolígrafo que hay en la universidad. Sí, sí, ese mismo. En palabras de Sr. X: "Y la chati era una cachonda". La llevaron al piso, todos ellos borrachos, sin dormir. Le enseñaron el piso y alguno de ellos pensaba: "Sábado por la mañana, sin dormir. Aún pillaremos cacho esta mañana". La chavala llamó a una amiga suya, también bastante cachonda, y estuvieron allí tomándose una cerveza. Pé recordaría más tarde que una de ellas aún acabó, unos días después, llamando a Dú para "tomar algo". Incluso, a la chica que buscaba piso, le llegó a interesar el piso... ¡y eso que se lo mostraron de broma, porque Pé no iba a dejarlo! Y ahí acabó la cosa.
                Se fueron al piso del Sr. X a comer  y a descansar.  Pé, con el cuerpo golfo todavía, no podía dormir y se bajó al ciber que había unos metros más abajo del portal del Sr. X. serían ya las seis de la tarde cuando volvió a subir al piso.
                - ¡Tío! - Le dijo Sr. X, sin dejarle sentarse en el sofá - Me acaban de llamar dos cachondas[1] que se vienen con nosotros de fiesta esta noche. Pero tenemos que ir a por ellas a Sax. Me han dicho: "¡Sr. X! Estamos aquí en Sax, tenemos ganas de fiesta! Pero les he dicho que estábamos en Alicante, estoy aquí un poco perjudicado con mis colegas...
                Sin dormir, con algo de alcohol todavía en las venas, montaron de nuevo en la bestia parda del Sr. X y pusieron rumbo a Sax. Cuando llegaron a Sax, aquellas les intentaron comer el tarro de que querían ir a Bananas (una discoteca de Valencia), pero habían perdido el autobús. Que si eran tan "amables" de llevarlas a Bananas, incluso estaban convencidas de que habían subido hasta Sax para eso.
                - Vosotras os subís al coche, y os venís a Alicante si os parece.
                Así fue. Se subieron al coche y enfilaron de nuevo hacia la capital de la provincia. La fiesta les esperaba. Pero fu aparcar el coche, y las dos tipas desaparecieron como pedo tirado en un día de viento con un "grupete de chavales gitanicos", de esos que luchan como fuertes caribúes frente a las hembras de su misma especie, para luego copularlas en cortas sesiones amatorias.
                - Que las follen, menudas zorras - dijo Dú, o Pé, o Sr. X. El caso es que los tres pensaron lo mismo.
                Cenaron en un restaurante y, amarrados a las primeras pintas de la noche, comenzaron su vagabundeo por los bares de marcha del Barrio, para luego acabar en los pubs del Puerto. Allí se toparon con otros amigos venidos también del Altísimo Vinalopó, quienes portaban entre sus brazos una muñeca hinchable color rosa con labios rojos y ojos de sapo que acabó pinchada y nadando en el mar, no sin antes haber entrado con ella al Bar Coyote con la camisa quitada y la muñeca hinchable puesta su entrepierna en la boca del Sr. X, al tiempo que bailaban una canción de Metallica. Pero el final de la noche iba llegando y las energías del trío casi rozaban el "empty" de sus depósitos. Abandonaron el Coyote, a sus otros colegas, los últimos tragos y, cuando estaban saliendo del puerto, se toparon con las dos sajeñas (de Sax, para los no duchos en gentilicios). Estaban sentadas en los escalones, realmente esperándolos a ellos, junto a los gitanillos con los que se habían ido.
                - ¡Ey, Sr. X! - Dijeron, alegres - ¿Nos vamos ya? ¿Nos llevas a Sax?
                Fue en ese momento cuando el Sr. X comenzó a sentir ese calor que solo emitía en ocasiones contadas, un calor que fue calentándole el morro y, con un alarde de templanza y mirándola fijamente, contestó:
                - ¿A Sax? ¿A Sax? A Sax te va a llevar... ¡tu puta madre!
                Y Pé, al lado, dijo al mismo tiempo:
                - Ve y que te lleve el gitano con la "fragoneta".
                - ¡Que te lleven los gitanillos con la fragoneta porque a Sax te va a llevar tu puta madre! - Sentenció Sr. X, con el morro caliente.
                Y se largaron de allí, dejando a dos listas cuyo rostro transmitían una duda: "¿Cómo cojones nos vamos nosotras ahora a Sax?"


[1] En este punto, se ha de aclarar la historia paralela de como Sr. X conoció a las "guarrillas" de Sax. Un día, Sr. X recibió la llamada de un colega, cuyo nombre es irrelevante, y le invitó a irse con él y su novia a la despedida de soltera de unas amigas de la novia de aquel. Solo hay que imaginar al Sr. X, con sus "¡Esas chicas!" y rodeado de mujeres desbocadas en un autobús lleno de penes de goma y alcohol a tutiplén. No es que le "invitara" exactamente. Es que el colega era el conductor del autobús de la despedida y le llamó para tener compañía y no ser el único tío de la fiesta. Se hizo "amigo" de la hermana de la que se casaba (palabras textuales del Sr. X mientras recuerda el momento, apurando una copita de anís: "Una cachonda, cachonda"). Ésta fue la que la llamó es sábado de la historia principal.

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