2007
Sábado incierto de julio.
El
inclemente calor de un viernes cualquiera de julio de 2007 caía sobre el
asfalto, evaporando cualquier rastro de vida que osara deambular a esas horas
por las calles de la ciudad. Alejados de los dardos certeros del astro sol, reunidos
en torno a una mesa llena del amargo néctar de cebada, Eme, Pé y Sr. X
boqueaban exabruptos en pos de un posible magnífico plan a realizar ese fin de
semana. El plan era el siguiente: decidir si finalmente cogían carretera y
manta y a disfrutar de la compañía de granadinas sedientas de machos
levantinos.