2006
Día incierto.
Esta historia surgió como siempre: de fiesta. Pé acaba de salir de trabajar y se había ido al cuartico[1], como de costumbre, a tomarse una copa y fumarse cuatro o quince pitillos, el número era lo de menos. Pero su espíritu inquieto pronto le movió la masa sebosa fuera del Altísimo Vinalopó: no aguantaba quedarse encerrado tras los muros que gobiernan esa ciudad decadente, donde todas se conocían su currículum vitae. Amigo infatigable de locuras, el Sr. X, como llamado a través de los ingenios neuronales telepáticos, se dejó caer por el cuartico.